Quién se habría imaginado ese día de Diciembre de 1954, en que la Compañía correctamente uniformada con sus cotonas de trabajo y pantalón blanco, formaba en la calle Antonio Varas, para iniciar la ceremonia de entrega de las placas que los acreditaba como voluntarios de la Quinta Compañía del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.
Allí, muy orgullosos “luciéndose” ante familiares y amigos, estaban en posición firme, más de 40 hombres, jóvenes y “menos jóvenes” que entusiasmados con la nueva idea de que hubiera una Compañía de bomberos que llevara el nombre del Estado de Israel.
Muchos ya no están junto a nosotros. Algunos porque el destino no se lo permitió y ya no viven; otros porque no estaban preparados para los sacrificios que esta actividad exige. También hubo quienes fueron “llamados” por otras actividades y finalmente quienes nos dejaron por diversos motivos o fueron dejados en el camino por las decisiones de los organismos disciplinarios.
Pero todos aportaron algo a esta tremenda obra y a esta vida de 60 años hasta ahora cumplida, que nos encuentra en el pie de progreso y “Superación” en que siempre estaremos.
Esa mañana en que luego de rendir honores a las autoridades y a los pabellones, se pasó al acto central en el patio del Cuartel de la Primera Compañía, recibieron sus placas los que luego forjarían lo que es hasta ahora “la Quinta”.
Ahí estuvieron, junto al entonces Director León Kleinkopf, el encargado de negocios de Israel en Chile, don Samuel Goren (Z.L), Robert Levy por las instituciones de la colonia, don Mario González y Comandante del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.
Pocas veces hemos visto a nuestros muchachos más marciales y erguidos que en esa oportunidad ante las órdenes del Capitán Alberto Jodorkosvky o de los teniente Jorge Conejeros, Adolfo Waissbluth o Isaac Arueste.
Es que era “todo tan nuevo” que a nadie en ese instante se le ocurría pensar que alguna vez estarían recibiendo su premio de diez, quince, veinte o más años de servicios, cuando la querida Quinta cumplía 25 años.